Desde
la otra orilla acecha Sael Ibáñez, conocido en la difusa literatura venezolana como narrador: cuentos suyos aparecen en antologías nacionales de ese género; en varias, si no me equivoco. Lo canónico no es mi afán ni mi
interés.
Quiero hablar del Sael Ibáñez que avizoro
desde la otra orilla, la que poco se ve entre la humareda de los pactos, los
oprobios y las revueltas de la política y las danzas egotistas de lo que en
estas tierras suele llamarse cultura.
Veo
a Sael Ibáñez en la otra orilla: buscando la palabra, el sustantivo, el
adjetivo, el tono de su voz preciso, justo, acorde con lo que siente y piensa.
Sael Ibáñez, como artesano solitario de la palabra, escribe, borra, tacha,
reescribe, se arrepiente, vuelve sobre lo escrito, lo deja y vuelve con la misma
devoción, se devuelve, porque devoción es su oficio como escritor, al cual se
ha consagrado y no ha dejado que ninguna mezquindad mundana lo vitupere ni lo
mancille. Se siente escritor y poeta, y lo es.
Y
desde la otra orilla, la que a rasgos breves he venido reseñando, por solo
mostrar el lado oculto de un país saqueado, pero en el que la ceguera es la
mayor virtud intelectual, me permito mostrar algunos rasgos de su ABC de la intuición, publicado por
Ediciones Aparte, 2007.
Para escribir necesité
Siempre
Vivir artísticamente.
Vivir artísticamente
no es
azuzar la voluntad.
Vivir artísticamente
requiere
estímulo de estímulos, no
ley
ni despliegue de ideas
precisa
sonoridad de sonoridades
hacia donde confluyen todas
las artes
implica
aprender, también
desaprender
capacidad de sedimentar el
olvido
vivi artísticamente genera
suspensión, sorpresas
disposición de mantenerse en
ellas
Para escribir necesité
siempre
vivir artísticamente.
Me
permití citar ese poema completo porque Sael se define o se presenta como es y
como ha sido, tal cual: la metáfora o el sentido poético son él y lo escrito en
esos versos o como se quiera llamarlos.
Los
invito a leer el ABC de la intuición,
y digan lo que quieran pero no podrán negar que
Ya está dicho
una devoción ignorante
vulgariza lo espiritual
anula el encanto
vuelve bastarda
la memoria del sentimiento.
Y
ahí está Sael Ibáñez, desde la otra orilla, siempre desembocando en la
literatura, siempre escribiendo y reescribiendo como un artesano solitario y
devoto de la palabra.
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