Cada
día estamos más lejos
Mario Amengual
Cada
día estamos más lejos y no por los mares, llanuras y montañas que nos separan,
sino que como el bolero dicen que la
distancia es el olvido. Hay soledades de soledades, pero una de las menos
llevables es la de quienes padecemos la partida de nuestros amores a tierras
lejanas.
Una
hermosa palabra proveniente del griego y muy sentida en el español define ese
sentimiento incomparable: nostalgia. Y ella se hermana con otra palabra que
suena a lo que significa: melancolía. Ambas se unen y se conjugan para que
quienes las sentimos estemos cada vez más lejos en un mundo donde todas las
formas del poder y la tenencia de dinero son el polo magnético de casi todas
las almas.
Cada
día estamos más lejos y más de uno está enterrado en vida, y más de uno envuelto
en sus insatisfactorias imaginaciones y no hay licor ni distracción que aplaque
las arremetidas de esas dos hermanas de la ausencia y los sentimientos
arrasados.
Y
de tan hondo sentir a esas eufónicas hermanas puede llegarse, como Verlaine en
uno de sus sonetos saturnianos, La
angustia, a decir:
Naturaleza,
ya nada tuyo me conmueve,
ni
los campos fecundos, ni los ecos lejanos
de
dulces pastorales, ni las pompas del alba
ni
la solemnidad doliente del ocaso.
Ya
me río del arte, del hombre, de los cantos,
de
los versos y de los viejos templos griegos,
de
las torres que al cielo alzan las catedrales,
ya
con los mismos ojos miro a malos y a buenos.
No
creo en Dios, abjuro y reniego de todo
pensamiento,
y en cuanto a la vieja ironía
y
el amor, bien quisiera que no me hablaran más.
Cansado
de vivir, con miedo a la muerte,
mi
alma está dispuesta a todos los naufragios,
semejante
a un esquife, juguete de la mar.
Y
es esa armoniosa sinceridad y valentía de Verlaine, aunque no precisamente en
la mejor traducción, la que he venido recordando cada día en esta peculiar
prisión que conjuga las amenazas de un virus y toda la perversión de la que son
capaces los gobernantes en este mundo donde la sensatez dejó de ser una virtud.
Cada
día estamos más lejos, aunque viajemos años luz en la aventura del conocimiento
del Universo o nos sumerjamos en las casi infinitas profundidades del mar,
porque, de seguir como vamos, nunca llegaremos al único puerto posible y
valedero: el corazón.
Sin
retirarnos mucho del principio de estas líneas, cada día estamos más lejos de
los que se fueron porque la distancia es el olvido, los adioses los estoques y
en la soledad nos volvemos espectros.