MARIÓN
Y LOS METRONAUTAS
Alberto
Amengual
A Juan Eleazar
Vernet
In Memoriam
Aquel día fue un avatar
memorable para Marión Altuna. Desde muy temprano, con los demonios de la
zarabanda de la noche anterior alborotados aún en su cabeza, tuvo que empezar a
bregar con esa vida que se le ponía cada vez más dura. La zaina Cristina Gómez,
su casera, no esperó que la aurora de
rosáceos dedos acariciara su despertar para pincharlo por vía telefónica:
-Mira
mijito,¿acaso piensas que yo no como? Tienes tres meses de retraso y ya no
tolero más excusas. Estás como el marido aquel que se cayó a golpes con el
payaso y no me la sigo calando.
Otra vez en el sube y
baja. Y con un malestar de brinquito
-Está
bien Tinita, nada de excusas. La verdad y nada más que la verdad: me botaron
del trabajo. Pero no te preocupes, voy a pagarte pronto.
-¿Ah
sí? Si trabajando no pagabas, desempleado menos.
-Dije
que voy a pagarte pronto y cumpliré mi palabra.
-¿Y
en qué calendario mido ese pronto? ¿En el almanaque de Rojas hermanos, cuando
haya una fase lunar propicia? Me han dicho que le metes a la astrología pero no
me convences, hablaré con mi abogado para pedirte desalojo.
Háblame,
Musa, de aquel varón de multiforme ingenio…¿qué hago ahora? Cristinita es más
apretada que tuerca de submarino, hasta dejó de comprar el periódico porque
está muy caro. Por lo visto tengo muy pocas esperanzas.
-Si
logro cerrar un negocio ahora mismo en la mañana, quizá te pague esta tarde.
Los tres meses y otros tres por adelantado.
-Eso
sería fin de mundo, hasta hoy te espero.
Y colgó.
El viejo era su última carta. Doctor y General.
Presidente de varios estados, ministro, vicepresidente de la República,
encargado de la presidencia por raticos y Presidente del Congreso Nacional. Na’guará, ¿quién puede resistirse ante
semejantes encantos históricos? Lo
tomó por uno de sus extremos, le colocó dos bolitas de tirro por la parte de
atrás y lo pegó de la pared. Con mucho cuidado lo desenrrolló y con otras dos
bolitas lo fijó de cuerpo entero. Allí estaba su salvador en todas sus
dimensiones. Alto, delgado, bigotudo, recostado de una balaustrada, un guante
en su mano derecha, así como quien no quiere la cosa, y la taima manifiesta en
sus ojos de musaraña. Lástima que el tío
Roseliano haya sido tan descuidado, con su marco y su vidrio tendría todavía
más caché. Pero no importa, a este viejo zorro le sobran atributos. Hasta
llegaron a llamarlo el Fouché venezolano
del siglo diecinueve. Pensó en la zaina Cristina y una sonrisita picarona
delató su buen ánimo. Tan decimonónica
que eres, si supieras el linaje de quien va a rescatarme de tus garras hasta serías capaz de condonarme la deuda. A
cambio de algo, quién sabe qué, porque tú nunca das puntada sin dedal. Lo
despegó, le quitó los tirros, volvió a enrollarlo y lo metió en el negro tubo
donde una vez yació su amarillento e inútil título universitario.
Bueno mi viejo, se dijo,
acicalémonos porque vamos a pasear.
Al apenas salir a la calle
con su valiosa carga bajo el brazo, la acera señalada con menhires de mierda de
perro estuvo a punto de convertirse en el reiterado símbolo de sus
frustraciones. Por fortuna, Marión estaba de buen humor aquella mañana y no se
dejó amilanar. Mente positiva y a cruzar
los dedos, como dice la carajita de la lotería. Sacó el telegrama del
bolsillo. Cita concedida, ¿què carajo me
importan entonces los madrugonazos caninos de esas viejas ociosas? Adelante,
por encima de la mierda, adelante.
Tan excitado estaba que ni
siquiera tomó café durante su descenso hasta la estación del metro. La hora era
buena para mantener el optimismo. Estaba roma, sin la marabunta oficiosa que congestionaba
los andenes, sofocaba y hacía temer por una desbandada trágica si a la bien
engrasada rutina se le ocurría salirse de su cauce. Hasta podía darse el lujo
de echar una caminadita mientras esperaba la llegada del tren. Oyó la
ominisciente voz recordarles a los pasajeros la obligación de mantenerse
alejados de la raya amarilla y de inmediato vino a su memoria el improvisado
verso de su amigo el poeta, al final de una noche de farra. Más allá que de acá/ descendemos por la
escalera mecánica/ como buenos ciudadanos/ respetamos las indicaciones/
¿Cuántos napoleoncitos/ me pregunto/ habrá detrás de esta raya?/ Digo que
debería existir una raya roja/ para los
esquizoides/ y además una reja/ para los “muy muy nerviosos”/ Como yo.
El cimbreante gusano metálico
hizo su aparición al momento. Dejar
salir es entrar más rápido. No hay
problema, ningún apuro. Nada de codazos ni empujones, sobre rieles marcha mi
vida. Subió y tomó asiento junto a la puerta. Colocó el negro tubo entre
las piernas, apuntando hacia el techo, y se extasió en la contemplación del
rosado triángulo de perdición entre las piernas de la pasajera de enfrente. Siempre me pasa lo mismo. Debe haber en
alguna parte algún estudio que demuestre la relación directamente proporcional
entre resaca y libido a millón. Su imaginación se prodigó ante aquel
bienaventurado panorama y se vio conversando con la joven, sugestionándola con
sus artes de vendedor; ella estaría encantada, reiría con cada una de sus
ingeniosas salidas y terminaría por acompañarlo a cumplir su delicada misión. Estación Sabana Grande. Regresó solitario a su isla porque la Ondina pasó indiferente a su lado,
alejándose hasta más nunca.
-Caramba
poeta, gusto en verlo. ¿Hacia dónde se dirige título en ristre?
Las
cosas se complican. El payaso de Heriberto no puede ser sino un mal augurio.
Malas vibraciones en alta mar, hay que joderse.
-Al
centro.
-No
me diga que se va a unir a las huestes del economista Marrero.
En virtud de tan mal
chiste, Marión decidió pasarlo por bolas.
-No
mi estimado, esto no es un título. Es un pergamino con el árbol genealógico más
frondoso de este país, el de los Altuna.
-Muy
gracioso poeta, muy gracioso. ¿Está acaso de mal humor? Me costaría creer que
la crisis lo tiene contra las cuerdas.
-Supiera
que no, si algo aprendí en la universidad fue a nadar contra la corriente; muy
maloliente a veces, por cierto.
-Me
consta poeta, fui testículo de muchas de sus andanzas. Hasta puedo
confesarle que algunas veces llegué a sentir envidia…a propósito, me contaron
lo de su divorcio, ¿quién es la víctima ahora?
A punto estuvo Marión de
levantarse y caerle a tubazos. Venirme
con eso en esta encrucijada, con los roedores mordiéndome el seso hasta la
náusea. Estación Plaza Venezuela.
No podía permitir que la campana salvara al metiche.
-Hasta
luego poeta. Deje las arrecheras, suben la tensión. Después de cierta edad hay
que cuidar el reloj.
-Los
bares no han abierto todavía, mi estimado. Aprovecha y dáte una vueltica por la
Suma a ver si te ilustras, aunque sea por ósmosis,
Heriberto acusó el castigo
pera ya era tarde. El tren había cerrado sus puertas y comenzaba a alejarse. La
mirada furibunda desde el andén fue su única catarsis. Marión volvió a su isla,
Marión se puso nervioso de repente, Marión empezó a sudar, Marión, Marión, ¿qué será de ti? Su piel, como tantas otras veces
se adelantaba a los acontecimientos pues, de inmediato el tren redujo la
velocidad hasta detenerse completamente en medio del túnel. Se participa a los señores pasajeros que
por motivos operacionales permaneceremos en este lugar por unos momentos.
Muchas gracias. Partidaaaaa. Un silencioso corri corri se desmandó en el
interior de cada uno de los pasajeros, provocando el sincronizado concierto de piernas cruzadas
y descruzadas, tamborileos, secreciones glandulares fluyendo a marchas
forzadas, las miradas buscándose unas a otras con una sola e inequívoca
pregunta: ¿qué carajo estará pasando? El negro guachamarón del zarcillito
brillante en la oreja, su compañero metronauta desde el abordaje, aventuró la
respuesta.
-Otro
más que puso punto final a su historia, dígalo ahí compinche.
-Es
lo más probable –concedió Marión- los suicidios en el Metro se han vuelto pan
de todos los días.
Miró el reloj. Cero
claustrofobia Marión, lo único importante es la cita. Te ha costado mucho
conseguirla para venir a perderla ahora. Lo siento, quienquiera que seas,
imagino tu desesperación pero, coño, me vas a echar a perder el pasodoble en
este momento y no puedo darme ese lujo. ¿Por qué tenía que ser a esta hora? ¿No
podías esperar unos minutos? ¿Qué sentido puede tener entretejer tu destino con
el mío? Ahora sí que es verdura el apio, los dioses poniendo piedras en mi
camino, no más eso me faltaba. Silencio y frío, mucho frío en el vagón. El tren
comenzó a moverse lentamente, se detuvo, volvió a arrancar hasta adquirir
velocidad constante. Distensión a bordo. El negro guachamarón de zarcillito
brillante en la oreja izquierda lo miró.
-Nada
que ver compinche, a lo mejor fue una falla eléctrica.
-Menos
mal, tengo una cita y estaba empezando a impacientarme.
La
calma y el buen humor volvieron a iluminar el rostro de Marión Altuna.
Tranquilo mi viejo, ya todo pasó. Te repito, no lo tomes a mal, no estoy
sacrificando la historia familiar. Es un buen negocio para ambos, sólo eso. Tú
brillando en el escenario que se te había negado y yo con el dinero que
resolverá mis problemas por un tiempo. En otras palabras: los dos pasaremos a
mejor vida. Estación Colegio de
Ingenieros. Unos suben y otros bajan, todo tiene su final, se apagarían las
estrellas si con la mano se pudieran alcanzar/ Mi amigo el camino también medio
su consuelo y me dijo que nunca fuera a llorar tra lá lá…qué oportuno estás hoy
Reinaldo Armas, a la medida de la situación, medio cursilona pero exacta para
este esperanzado metronauta, porque en este momento yo es otro, ¿qué habrá querido decir mi amigo el poeta con esa
vaina? Cuando lo vea le pregunto. Porque
yo es otro, ¿Los esquizoides y la raya roja, por casualidad?
-Su
atención por favor, les ruego me disculpen por robarles un minuto, pero en
estos tiempos de crisis necesitamos más que nunca la ayuda de el Señor. El, con
su infinita misericordia, lo puede todo…
Bienvenido
seas entonces, Señor, porque necesito esa segunda. Y tú, pastor subterráneo, no
hables de robar, porque con esa cara de malandro cualquiera puede imaginarse
otra cosa distinta al Evangelio.
…su bondad no tiene
límites. Búsquenlo y El llegará a ustedes, tengan fe y no se arrepentirán…
-Si
veo a algún corrupto preso no digo fe sino fanatismo –gritó un jodedor con
acento llanero sentado al lado de Marión.
…y cuídense del Diablo. La
maldad está en todas partes. Al Diablo hay que entromparlo dondequiera que se
encuentre…
Ya
lo decía yo, este sujeto es un híbrido de malandro con místico.
…sí señores, al Diablo hay que
entromparlo fuertemente. Y ahora les pido…
-Que va chamo –dice el
negro guachamarón con el zarcillito brillante en la oreja izquierda- lo que soy
yo dejo la peluca en la próxima estación, no me calo ese sermón a esta hora,
martillo aliñado panita, eso es lo que es.
…que nunca más, de ahora
en adelante, dejen de tener fe.
Gancho
al hígado “panita”, por andar de nalgas prontas.
Estación Bellas Artes. Los
liceístas se bajaron muertos de risa. Ah, las bellas artes, qué lejos están de
mi espíritu en estos momentos y qué cerca de mi cuerpo esta escultura viviente.
Vénte conmigo catirita, soy Marión el metronauta, me dirijo a una cita
importantísima que me hará subir nuevamente por las extrañas escaleras de la vida.
No te arrepentirás, te lo prometo. Una vez coronado el asunto te invitaré a
almorzar. Con vino y todo si así lo deseas. Pasearemos, te llevaré a conocer
muchos sitios interesantes, haremos cuanto se nos antoje, sin límite de tiempo
ni descalificaciones.. Vamos catirita, ahora o nunca. Nunca. Estación Parque Carabobo. Adiós catirita, fue hermoso mientras duró.
¿Minuto o minuto y medio? No importa, estoy acostumbrado a las evanescencias de
la felicidad. Adiós catirita, no sabes de lo que te perdiste. No volveré/ te lo
juro por dios que me mira/ si una vez con locura te amé/ ya de mi alma estarás
despedida…me estoy poniendo “lírico”, al decir de mi amigo el poeta. Estación La Hoyada. Poco a poco me voy
acercando a ti, estamos en su hora romántica señores metronautas, no se aparten
de nuestra sintonía…usted no ha visto nada señor legislador, usted lo que ha
visto es peladura, lo envolveré con mi dircurso, ni cuenta se va a dar cuando
esté metido en la olla. Don Luis Roseliano Altuna, nada más y nada menos, un auténtico
prócer civil del siglo XIX, el Fouché venezolano, orgullo y prez de la región
nativa, ¿cómo le quedó el ojo legislador? Doctor y General, orador insigne y un
adelantado político. Sí señor, olé. Estación
Capitolio.
Marión
Altuna salió o, mejor, lo salieron. Esas son las cosas que me alejan de ti, fin
de la hora romántica y vuelta a la coñamentazón por la vida, siempre la misma
vaina, el mismo rebumbio, cuánta razón tenía el Generalísimo, quién me iba a
decir que estaría tan pronto de regreso por estos lares, lo mío últimamente ha
sido puro descenso, qué vergüenza, dejarme tracalear por los compradores de
oro, en esas trampajaulas no tienen paz con la miseria, tan bonito mi anillo de
matrimonio y venir a quemarlo por cuatro lochas, qué le vamos a hacer, la
necesidad tiene cara de perro, como la de aquel realengo que está en la
esquina.
A paso de vencedor enfiló
hacia las oficinas administrativas del soberano Congreso de la República. En la
puerta lo esperaba una figura emblemática de la administración pública: cara de
perro y aire de perdonavidas.
-¿Qué
se le ofrece al ciudadano?
Buenos
días, tengo una cita con el Presidente. Aquí tiene el telegrama.
El cancerbero lo tomó y lo
cotejó con el libro de visitantes del día.
¿Marión Rafael Altuna?
Permítame su cédula.
-Tenga
señor.
-¿Y
ese tubo?
-Es
un retrato. Vengo a enseñárselo a él.
Perdonavidas lo destapó y
hurgó en su interior.
-Muy
bien ciudadano, pase y siéntese.
Allá
vamos viejito. Estoy en mi elemento, cautivar y convencer; persuasión pura,
pues. Espero que no le causes mala impresión con tu cara de musaraña al acecho…
-¿Señor
Altuna?
La voz provenía de un
cuerpo muy bien delineado.
-El
mismo.
-Sígame
por favor.
Vamos
a lo que vine. Tam Tam, no te rompas corazón pues debo utilizar la lengua.
-Adelante
señor Altuna.
-Con
su permiso.
-¿Qué
le trae por aquí?
¿Cómo
es la vaina? ¿Este carajo no sabe para qué estoy aquí? Mal negocio.
-Verá,
hace algún tiempo le envié una carta en la cual le hablaba de mi retatarabuelo
Don Luis Roseliano Altuna. Fue Presidente de varios estados, Ministro,
Vicepresidente de…
Un suave manoteo del
hombre sentado tras el escritorio cortó las palabras en el aire. Evidentemente
fastidiado musitó:
-Claro,
claro, ahora recuerdo, ¿y cuál es su propuesta?
Bien
clara estaba expuesta en la carta, por lo visto ni siquiera la leyó.
-Aquí
tengo su retrato. Como mi retatarabuelo también fue Presidente del Congreso,
pensé que tal vez estaría interesado en adquirirlo para colocarlo en la galería
junto a los otros presidentes.
Inspirado ante lo que
creyó un lance favorable, sacó el retrato y lo desenrrolló frente a su adusto
interlocutor. Este se inclinó un poco hacia delante y lo miró sin mucho
detenimiento.
-Muy
interesante señor Altuna, el retrato es auténtico sin la menor duda. Algo
conozco porque su “retatarabuelo” y yo nacimos en el mismo terruño…pero hay un
pequeño detalle.
El Presidente guardó
silencio, en espera de la obligada pregunta. A Marión le pareció que aquella
figura adquiría dimensiones de imponencia, mientras la suya, al mismo tiempo,
se empequeñecía hasta más no poder. La zaina Cristina, los acreedores, su ex
-mujer y los carajitos danzaron ante sus
ojos. Con deliberada parsimonia movió su última pieza:
-¿Cuál
detalle?
-En
el Congreso Nacional sólo están los retratos de los presidentes desde el
cincuenta y ocho para acá.
Jaque Mate.
De nuevo en la calle, con
su gallo muerto bajo el brazo, Marión Altuna sintió las punzadas bulliciosas de
la multitud en el plexo solar. “Las extrañas escaleras de la vida se están
volviendo mecánicas y siempre hacia abajo”, murmuró. En la esquina, el mismo
perro realengo que lo había visto llegar le ofrendaba un magnífico menhir.
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