viernes, 19 de enero de 2018

Notas desde el barranco (III)

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Al poder, sea  de reyes, reyezuelos o revolucionarios no les faltan bufones o sapos. Sapos y bufones les sobran al poder de ahora.
Una hojilla, la tenemos; unos bobos o bobertos, los tenemos; y triste, muy triste, jóvenes que le ponen una k a su conducta arrogante y procaz: sirven para los mismos fines o para un solo fin.
Todo para el mismo propósito: las nalgas al descubierto y el corazón por un precio: minutos de televisión. Pero eso no le da nada al pueblo: el pueblo cuando es pueblo no habla como ellos; nunca con ese lenguaje contaminado por esa minoría dominante, fanatizada, supuestamente culta. ¿A quién se le ocurre que el pueblo habla como ellos, inficionados y contaminados por el lenguaje de los revolucionarios de universidades?
Eso lo lograron, convertirlo en masa y con un discurso de masa, una pronta respuesta, una realidad…mental. Lo enfermaron, le quitaron su espontaneidad, le dieron un discurso, una fraseología y, así, lo mataron como pueblo: lo convirtieron en masa, en algo que antes no era, ni quería serlo.
¿Cómo se recupera?
Quizás con hambre y necesidad, y, sobre todo, desilusión.

7
Cuando afloran los eufemismos, los discursos encubridores y las consignas repetidas como mantras, no tardan en llegar el olor a pólvora, la segregación y la censura. Son inseparables.
Y así comienzan las argucias de los legistas, las clasificaciones que, por ejemplo, establecen categorías del maltrato, la tortura y la represión: se agranda la distancia entre los “buenos” y los “malos”. Y no resulta difícil adivinar quiénes son los unos y quiénes los otros. Entonces el Estado se torna Iglesia, con sus inquisidores, sus Savonarola leales y de buena fe: el crimen abunda como justificación y Purgatorio.

8
El término contradicción (y, por supuesto, su plural) se aviene muy bien con los revolucionarios de izquierda: con la excusa de que la revolución es un proceso o es permanente, sirve para justificar sujeciones, represiones, desfalcos, censuras, latrocinios, asesinatos… lo que sea necesario justificar para seguir en el poder. Lo único condenable es el pasado y el presente de los adversarios políticos; pero el de ellos, los revolucionarios, forma parte de una secuencia de meros altibajos que cristalizará, sin duda de manera gloriosa, en un mañana que quién sabe cuándo se vivirá.

Un cabal revolucionario de izquierda dice con muchísima propiedad: “las contradicciones son inherentes al proceso revolucionario, entonces se profundizan y se superan, y devendrán otras contradicciones y se profundizarán o se agudizarán y se superarán”. Ahora, ¿la ineptitud en el ejercicio del gobierno y el empeño de amoldar la realidad a un esquema o a los patrones de una ideología serán algunas de esas contradicciones? 

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