martes, 23 de enero de 2018

Notas desde el barranco (IV)



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A mi modo de ver, una de las peores fallas de la oposición ha sido y sigue siendo el no enfocar las críticas al gobierno a partir del lenguaje de sus ahora muchos voceros. Y esto lo digo pensando en esta muy citada frase de Karl Kraus refiriéndose a los nazis: "Es en sus palabras y no en sus actos donde yo detecto el espectro de la época".
Recién, el gobierno la ha "puesto bombita" al crear una comisión de agitación, propaganda y comunicación. Bastaría con preguntarle a Ernesto Villegas o a Darío Vivas, por ejemplo, qué significa "agitación" o agitación para qué y por qué en la Venezuela actual; ¿no se supone que el gobierno promueve la paz y la convivencia tranquila? ¿Por qué el gobierno tiene que agitar y qué es lo que va a agitar?
He aquí dos acepciones del verbo agitar según el DRAE:
tr. Inquietar, turbar, mover violentamente el ánimo. U.t.c. prnl;
tr. Provocar la inquietud política o social.
Como puede verse, agitar no tiene, precisamente, connotaciones positivas.
De aquí en adelante puede armarse todo un discurso que cuestione y revele las verdaderas intenciones del gobierno y de los principales voceros del PSUV. Pero la oposición, lamentablemente, suele morder los anzuelos o pisar las conchas de mango, antes de Chávez, y ahora de Maduro y su camarilla, y se enredan en discusiones tontas, a veces legalistas, y muchas otras en innecesarios dimes y diretes.


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A finales de 2009 el economista venezolano Armando Córdova, previa consulta por teléfono, me hizo llegar en borrador un texto suyo titulado Socialismo para el siglo XXI. Sus padecimientos físicos impidieron que pudiésemos comunicarnos con frecuencia y menos reunirnos en su casa, como habíamos previsto, para que una vez ampliado y revisado ese texto, yo le prestara mi ayuda en la corrección de estilo. Murió en octubre de 2011, sin que llegásemos a pasar de la etapa inicial de ese trabajo, del cual hoy me permito citar algunos fragmentos, porque, pese a estar inconcluso, nos ayuda a entender sin mayores complicaciones el “sistema político que hoy impera en Venezuela”.
Comienza Armando Córdova con lo que él considera una pregunta clave:
¿Tiene sentido pasar, sin mayores explicaciones, por encima de la historia que vivieron la teoría y la praxis del socialismo “realmente inventado” durante el siglo XX, y recomenzar desde cero una nueva experiencia del género en el siglo actual, sin un previo esfuerzo por dilucidar las razones de fondo de sus esfuerzos por construirlo en el siglo pasado?
En procura de evitar los mismos errores y de “comprender los factores que expliquen esa frustrante historia”, afirma:
Para ganar el derecho a que la consigna “socialismo para el siglo XXI” pudiera ser aceptada como un planteamiento serio y responsable, sus defensores están obligados a dar una respuesta cabal de las razones de dicho descalabro. En caso contrario, se estaría, como en efecto estamos, frente a un uso superficial, irresponsable y aventurero del objetivo socialista como destino de la sociedad, sin haber penetrado todavía en la real comprensión de su significado concreto y de sus posibilidades reales de construcción y operación.
Más adelante aclara que el alcance de su escrito no va más allá de expresar su opinión sobre lo que considera los principales errores cometidos en el proceso de construcción de una nueva sociedad y “que no deberían cometerse en ninguna experiencia futura, postcapitalista”.  Para ello apela al planteamiento testimonial de Alexander Grilckov[1], convencido de la teoría marxista, y algunos señalamientos de Lelio Basso[2]. De aquél baste citar aquí que según su criterio “la primera falla teórica, generadora de muchas políticas erróneas de la dirigencia inicial de la URSS, fue la de considerar la conquista del poder político en 1917 como la revolución en sí misma”, sin tomar en cuenta la desorganización y heterogeneidad de esa sociedad, ni la crítica que Marx había hecho de ella. De Basso, también refiriéndose a la URSS, basten estas líneas entre las que cita Córdova:
se imponía un sistema político y económico que, independientemente de sus logros materiales, suprimía el desarrollo del espíritu socialista, frenando la emancipación de los trabajadores y la creación de una nueva sociedad.
En otras palabras, se negaba a la clase trabajadora su condición de sujeto dirigente de ese proceso revolucionario, con lo cual se impedía el desarrollo de una conciencia crítica colectiva que debía haber sido el principal instrumento para la búsqueda de soluciones concretas
Luego, siguiendo el hilo de Córdova, “en el plano teórico el primer planteamiento generador de confusión fue la afirmación del carácter científico de la teoría socialista”. Esta afirmación, según Córdova, tuvo originalmente un sentido distinto al que le asignaron (incluso en el actual debate venezolano) algunos militantes marxistas, “olvidando que con ese calificativo sólo se intentaba distinguir la teoría socialista marxista de las concepciones idealistas de los llamados socialistas utópicos”.
Si en este punto el lector se está preguntando hacia dónde va esta nota, que no parezca una reseña de lo que escribió Armando Córdova, tiene, en parte, razón; pero este corto camino de pinceladas teóricas nos lleva a donde quiero llegar.
Lo que Marx defendió como científico fue el producto de sus investigaciones acerca del modo de producción que le tocó vivir en la Europa de su tiempo y que lo llevaron a concluir que las contradicciones del capitalismo conducían, indefectiblemente, a su progresiva decadencia y a provocar un proceso revolucionario que culminaría con un orden económico, sociopolítico y cultural diferente, basado en la propiedad colectiva de los medios de producción, bajo la dirección política y económica de los trabajadores, aunque no consideró tampoco, como por los demás ha demostrado la historia, que dicha socialización sea una condición postcapitalista madura e irreversible.
Pero esa conclusión científica general no significa que exista una ciencia del socialismo, “porque no pueden conocerse ex ante las leyes de funcionamiento de algo que no ha sido observado empíricamente. (…) Fue esa la razón de que, como ha sido reiteradamente señalado, Marx se mofaba de quienes se ocupaban de aquellas especulaciones acerca del futuro”.
Y ahora llegamos a lo que sin duda nos va a parecer más evidente en Venezuela:
la confusión entre la propiedad colectiva y la propiedad estatal de los medios de producción que se instaló a la postre en la Unión Soviética significó, en la práctica, la concentración de esos medios de producción en poder de la pequeña élite dirigente que manejaba el aparato estatal; la cual terminaría por ser dominada por un alto dirigente autocrático
Ya no era, como en otros países socialistas al sol de hoy, la esperada dictadura del proletariado o la clase obrera en la dirección del Estado y de la economía, sino “una descomunal y costosa burocracia con sus clásicas características de ineficiencia operativa y auge de la corrupción administrativa”. De manera que con las diferencias del color local venezolano transitamos por ese mismo despeñadero, a la manera de un emirato que derrocha millones de dólares en propaganda y hasta para consagrar reputaciones dudosas e inventar héroes y mártires.




[1] De Grlickov cita algunos párrafos del artículo “Las primeras sociedades socialistas”, 1985, fecha en que éste era miembro de la Liga de los Comunistas de Yugoeslavia.
[2] Sin referencia alguna.

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