11
Hace mucho tiempo, en
una conversación de bar, tuve la ocurrencia de decir que el chavismo es una
religión: los laicos rieron y los devotos se pusieron muy serios. No pretendo
que esa afirmación sea tomada como una súbita genialidad y mucho menos como una
observación original. En Venezuela, la conversión de la política en religión o
de la religión en política (según como quiera llamársele) no es hecho nuevo: a
vuelo de pájaro sería suficiente recordar al respecto algunas páginas de
Briceño Iragorry en Mensaje sin destino;
El culto a Bolívar, de Germán Carrera
Damas; Pensar a Venezuela, de José
Balza; insistentes declaraciones de la escritora Ana Teresa Torres; y aunque en
todos esos casos se trate de Bolívar el ser providencial o el Dios Bolívar, me
interesa que se tenga en cuenta esa mixtura política religiosa en el pueblo
venezolano, cuya eclosión más evidente es el culto religioso del “redentor”
Chávez (al principio inconsciente, espontáneo, y luego deliberado y
manipulado).
Y en el principio fue
el Libertador, el Padre de la Patria:
Al destruir el país que existía, la guerra se lleva también
el eje más coherente de la sociedad. Dios ha sido asesinado.
Gradualmente, quien lo ha exterminado comenzará a ocupar su
lugar; de forma especial, en los extremos de la nueva sociedad: los fundadores,
conductores, y la eterna población ignorante.[1]
Y no por analogía sino
por perfecta concordancia con el mito cristiano, Hugo Chávez, que siempre evocó
y no se cansó de repetir la palabra fundadora y reveladora del Dios-Libertador
(aunque fueron muchas la contradicciones del proceder de Chávez con esa palabra
y muchas y convenientes las omisiones de ideas del Libertador en sus
discursos), se hizo, por empeño de él mismo y porque un pueblo lo ansiaba sin
saberlo, el hijo encarnado del Dios, el redentor, y de quien se ha dicho y se
sigue diciendo, como alguna vez se dijo de otro Dios, Stalin: “Eres el único
que te preocupas por los pobres y proteges a los oprimidos”.
Entonces, el templo en
la montaña, el cadáver embalsamado, el padrenuestro a él dedicado, no son en sí
un monumento y actos políticos, son un templo y actos de fe y devoción
religiosa. Y recordemos a Jacques Ellul:
El culto de la personalidad conduce en realidad a la
divinización del dictador. El dictador es el ser supremo, correspondiente al
Dios Persona del cristianismo. Es mucho más que un jefe carismático. Por
supuesto, el dictador también lo es. (…) una vez en el poder, la adoración colectiva
lo deifica porque posee no sólo los dones sino la totalidad del poder.[2]
12
…el legado religioso del cristianismo ha sido asumido por las grandes corrientes políticas y por la Política.[3]
Nada más cierto hoy en
Venezuela. En la política venezolana, desde la llegada del Mesías, no hay
ciudadanos: sólo hay justos y pecadores, fieles y herejes, buenos y malos. Pero
la iglesia del socialismo bolivariano del siglo XXI no nació de pronto: sólo
demuestra una religiosidad adormecida o dispersa en infinidad de cultos e
iglesias que no han dejado de proliferar y crecer.
El nazismo no sólo fue algo del pasado alemán.
Forma parte de nosotros y de este siglo. Está ahí, aquí, en todas partes. El
nazismo en tanto expresión histórica, es decir, Hitler y el movimiento nazi,
fue tan sólo un primer ejercicio de dominación total. Pero no ha sido el único:
fue el primero y fracasó. Mas el ser humano es tesonero y cree en el progreso.
Ahí está el Gulag, del que
podrán decirse muchas cosas, pero no que es un fracaso. La dominación
ideológica total ha prendido en el cuerpo social. La civilización puede
sentirse orgullosa. A partir de Occidente, pero ahora sin límites mundiales,
esta civilización, a fuerza de abstracciones, ha creado la obra maestra: la
ideología totalitaria.[4]
Y
juntemos estas palabras de Nuño a esta sola frase de Jacques Ellul:
En Occidente, la fe política ha ocupado y ha
asumido los rasgos de la fe cristiana.[5]
Muy bien
sabía lo que hacía el presidente Chávez cuando comenzaba sus multitudinarios
actos políticos, en campaña electoral o con cualquier otro motivo, entonando el
Himno Nacional a manera de oración o mantra: se desplegaban las energías, las
fuerzas necesarias para embelesar a la multitud, para llevarla al paroxismo de
la fe política.
[1]
José Balza, Pensar a Venezuela,
Bid&Co Editor, Caracas, p. 25.
[2]
Jacques Ellul, Los nuevos poseídos,
Monte Ávila Editores, Caracas, 1978, p. 248.
[3]
Jacques Ellul, Op. cit., p.241.
[4]
Juan Nuño, De un nazismo a otro, en La
escuela de la sospecha. Nuevos ensayos polémicos. Monte Ávila Editores,
Caracas, 1990.
[5]
Op. cit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario