Desde
la otra orilla llegan otras voces, desoídas o apenas oídas: voces que han
persistido en la soledad, algunas en el aislamiento voluntario, marginadas,
pero dicen con tono propio; no se arredran
ni se consumen en afanes de la inmediatez para lustrar sus nombres.
Desde
la otra orilla surgen esas voces de artesanos de las palabras: como a François
Villon en su tiempo, el sueño de esta época les ha sido arrancado a golpes de
martillo e insisten allí donde muchos abandonaron, arrojaron el cuaderno a un
lado o posaron para la fotografía enaltecedora, salieron al foro y se
enamoraron del escenario. Las voces de la otra orilla, disímiles y diversas,
siguen, cada una por su cuenta, su propio sendero: no esperan las recompensas
de los espejos de las conveniencias.
Una
de esas voces, Manuel Cabesa, lo ha dicho con su propio acento, mucho antes de
que nos decidiéramos a referirnos a la otra orilla:
Del mismo barro que somos
están formados nuestros caminos.
están formados nuestros caminos.
Largas veredas como años
interminables.
Algunas veces
estas sendas se cruzan
uniendo dos soledades.
estas sendas se cruzan
uniendo dos soledades.
Luego cada cual prosigue su marcha
llevando consigo un recuerdo
como único equipaje.
llevando consigo un recuerdo
como único equipaje.
Ninguno se permite
entonces
mirar hacia atrás.
entonces
mirar hacia atrás.
Ya he mencionado y citado una de esas
voces, y otras acuden a mi memoria, sólo algunas de las muchas que supongo o
apenas conozco: sé que hay más, sitiadas por la algarabía politiquera y delincuencial.
Las voces de la otra orilla no es un
coro: cada quien anda en lo suyo. Por su cuenta, cada voz, a la sombra y en
medio de la claridad, dice, afincando el bolígrafo o tecleando en el desvelo,
como Luis Alejandro Contreras:
Poetos hombres y poetos mujeres
oficiando libaciones mórbidas,
articulando orgásmicas ecuaciones
verbales
de una helada métrica sin límite,
mientras la vida canta y vibra impaciente
allá afuera.
Que quede claro, no pretendo ni quiero
ser crítico literario; mi única aspiración es mostrar la otra orilla y a quienes
desde ella dicen, desdicen, ponen el dedo en la llaga, mientras muchos se
pasean por los callejones seguros de los egos complacidos, satisfechos y
convencidos de su vocación de sepultureros.
Poetas con conocimientos de poesía , entre ellos mi querido amigo Luis Alejandro Contreras , Manuel Cabesa es la primera vez que lo leo. Un poeta de CALIDAD
ResponderEliminarSi, vuelves a acertar, Mario. Con sencillez y directo. Las voces de la otra orilla, como bien las designas, son las del hombre común que subsiste en vencer anonimanente la muerte que lo emplaza desde su propio nacimiento. Y es la voz de quienes recogen ese gesto sin nombre para que quede rescatada en alguna parte esa huella olvidada. Es la voz de quienes no hablan para sí mismos, ni para halagar a quienes los halagan. Es esa voz subterránea y luminosa que no desiste. La gran paradoja reside en que esos espacios cada vez mayores que se va creando entre una y otra orilla, no es para darle cauce a las aguas, sino para prodigar la sequia y la devastación. Gracias, Mario por estos toques tan necesarios.
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