La huida ante el frenesí
(fragmento de novela)
Alberto Amengual
UNA BALLENA EN EL
ESPEJO
En el medio del mar
Pescaron una ballena
La ballena de oro
De oro estaba llena.
Chucho Sanoja
La lectura, salvo
contadas excepciones que lo marcaron, no formaba parte de las aficiones de
Cipriano Mirabal. Le desesperaba que la narración de hechos y situaciones,
ocurrido infinidad de veces desde que el mundo es mundo, se dilatara en un mar
de palabras danzantes sobre descripciones, imágenes y sentimientos. Además, se
veía obligado a consultar una y otra vez el diccionario, a la búsqueda de
significaciones que ni por asomo sabía que las palabras poseían. Cada consulta
aumentaba la fatiga y la distancia, tanto que cualquier motivo, por pequeño que
fuese, servía para justificar el abandono de la empresa. Aquella tarde sin
embargo, acodado en la barra del que una vez fuera su lugar favorito, le dio
por pensar en un relato donde el protagonista, desnudo sobre la cama en un
cuarto apenas iluminado “por verdes cuchillas de luz”, evocaba un momento
crucial de su vida. Los recuerdos iban y venían por la habitación,
multiplicándose de tal forma que, en un determinado momento, todo cobró la
forma de una estructura absurda de pulpo entre espejos. Ningún trabajo le costó
a Cipriano encontrar las causas de la asociación y la remembranza: en varias
miradas fugaces que le había dado al espejo del fondo le pareció ver la imagen
de una ballena con la bocota abierta apuntando hacia él. Intuyó, con un desgano
que se le había vuelto habitual, que más temprano que tarde se vería en
problemas. ¿Uno más? ¿Hasta cuándo? ¿Acaso el último? El historial de los
últimos desenlaces no lo favorecía. Entonces, ¿qué opciones reales tendría? A
buen seguro no muchas, y de ser así ya no le quedarían ganas de afrontar la
situación con el apasionamiento de antaño. Estaba mareado y no a causa de la
cerveza. Las imágenes afloraban y él, como mudo testigo, las veía pasar sin
ningún interés que lo incitara a seguir otros rumbos. Sorbo a sorbo decantaba
un pesimismo con sabor a vejez, detenimiento, resignación. Apuró el trago y,
aunque los efectos no llegaban, la distensión del momento lo llevó a un puro
contemplar los vaivenes de su vida como si fueran olas de una resaca ajena. Ya
no se veía como un héroe en aquellos entramados sino como un mortal más, casi
desbaratado contra los farallones del tiempo. ¿Y a qué demonios volvía a este
lugar donde todos sus contertulios ya no lo eran más y la hora de los extremos
había pasado? Si todo era recuerdo, ¿qué hacía allí? Un fugaz aleteo en el mar
de cristal le hizo saber que el enorme animal estaba encantado de haberlo
arrastrado hasta ese puerto. Fue entonces cuando la respuesta apareció con la
espuma de la cerveza. Un largo sorbo y estaba de nuevo en la blanquísima
habitación, sentado en una silla plástica del mismo color, contemplando al
flaco parado en el umbral. Qué bien se veía con su traje gris a rayas, le daba
una majestuosidad que hacía más apreciables su tristeza y bonhomía,
inseparables estandartes de su personalidad. Lo invitó a pasar para darle un
abrazo pero él se negó alegando que era imposible hacerlo, sólo había venido a
despedirse, ya que él, Cipriano, no lo había hecho en el momento debido. “Trépak, flaco, Trépak, le había gritado, ¿qué pasó contigo? ¿Te estrujó tanto el
irrevocable amor?” Juan Pedro, el flaco, su único amigo en aquel vertedero de
frustraciones, lo miró unos segundos antes de esfumarse. Ahora, evocando ese
reciente encuentro nocturno volvió a decirle: No era para tanto, la mujer
estaba bien buena pero, por dios, un hombre como tú no podía seguir esa
corriente voluptuosa como si tuvieses veinte años. ¿Fue ella la que te hizo
dejar el trabajo de toda tu vida para buscar con tus hermanos un tesoro que
nunca encontrarías? Creo, querido amigo, que te traicionó tu delicadeza
sabiendo muy bien que hay seres con quienes no se puede actuar así. Una cosa es
ser galante, sinceramente preocupado por halagar a una hembra de buen ver, y
otra muy distinta dejarse llevar por senderos que sólo conducen a la permanente
duda y la segura inquietud. Tu preocupación se notaba a leguas, filosofabas
barato y repetitivo, quejándote de cosas que nunca te habían importado. ¿Y tu
familia qué? ¿Acaso era tal la distancia impuesta por la cotidianidad que te
les desfiguraste al punto de que no percibieran nada extraño? No lo creo
posible pues tu pinta de Quijote se hizo más acentuada en aquella época, tanto
que al verte no podía dejar de pensar en esas figuras de madera que pueblan con
su triste figura muchos bares y restaurantes de la ciudad. Parecías un alambre,
flaco, y creo que hasta te doblabas al caminar. Eso sí, la ternura nunca te
abandonó y es por eso que te recuerdo tanto. Tú transmitías esa vaina, un no sé
qué demasiado humano que así como me hacía dar gracias por tu amistad, iba a
ser la causa de tu perdición. Era momento de goce, no de amor. Perdiste de
vista que en la isla de los hombres solos a los más que se podía aspirar era al
aquí y al ahora y tú, al igual que Alvarez, creíste que todavía quedaba
oportunidad para los recomienzos. Como fantasía posible quizá valía la pena
vivirla, pero como realidad no. El abismo no era de años sino de percepciones.
Allí está el gato, lo veo nítidamente. Peludo, dinámica alfombrita gris a rayas
negras al que admirabas por su finura al andar, su porte de cazador siempre al
acecho, su mirada de superior indiferencia, en fin, todo lo que tú no eras. ¿Y
qué con ella? Desprecio puro, rechazo, mala sangre y uno que otro vaso de agua
sobre el animal de tus querencias cuando no la mirabas. Ese era el patrón, tú
dibujando en rosado y ella pisoteando en negro. Día a día el panorama se
emporquerizaba y tú, silueta trágica, te dejabas llevar por un sino que no
merecías. Como todo lo tuyo, llegaste hasta el final con clase, eso te lo
concedo sin reservas. Nadie aquí se daba cuenta o no querían hacerlo, tal era
la distinción con que te comportabas. Además, cada quien a su tragedia, la tuya
era una más, ¿por qué diablos ponerla de relieve? Ah, pero ellos no comprendían
de disimilitudes y sutilezas, los pequeños detalles que establecen diferencias
decisivas entre los hombres…
Nota: novela disponible en versión digital e impresa en Amazon.
Nota: novela disponible en versión digital e impresa en Amazon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario